domingo, 15 de enero de 2012

Carta de un trabajador de Grandes Almacenes

Acércate conmigo, que venga tu dignidad

Yo soy uno más, uno de tantos trabajadores que resultó agraviado por la negación de ciertos derechos descritos en convenio. La decisión de tomar las riendas de mi momento en la empresa de manera judicial, tras bastantes intentos de arreglo por las buenas, es decir, dialogando y siendo cordial, surgió desde el pensamiento que siempre se quedó arraigado con la educación de mis padres, con la misma educación que remarcaba la conciencia social, un pensamiento a favor de la colectividad obrera y la visión de un mundo en el que la riqueza debe tomarse con puntos de vista generosos.

Defenderme y hacer cumplir los acuerdos adscritos, no es ni mucho menos exigir elegantes ventajas, se trata por tanto de disfrutar de aquellas condiciones de trabajo que mis padres y abuelos han luchado y negociado para mí. El paso atrás, perder esos centímetros de dignidad tantos años batallados, y sencillamente asumir las exigencias de la empresa, no es algo posible, por gratitud histórica al menos. Así, decidí tomar una dirección que siempre es triste y lastimera tener que aceptar, pero que resulta la única manera de defender tanto mis derechos como los de las futuras generaciones venideras.

La elección menos complicada fue acercarme a CCOO, encontrar el piso y puerta destinados al comercio aún más sencillo, y sentarme a desplegar mis contratos, preocupaciones y dudas no resultó mucho más difícil. La asesoría y la comprensión cabalgaron de la mano con un amigo muy importante, la información, clara, veraz y rebuscada en artículos, decretos y renglones directos que se asomaban a mi problema con la razón como emblema. FECOHT Aragón me recibió con la garantía de preocuparse por mí, y por ende por mi caso, y ese sentimiento alejado del trato de un abogado común, o un asesor cualquiera, es una diferencia, un valor añadido que se palma en el ambiente y se transforma en tranquilidad.

Acompañado en todos los juicios de momento celebrados por un miembro de la organización, defendido por un conocedor de las leyes ducho y acostumbrado al lenguaje laboral, y ayudado en todo momento en cuantos problemas han ido surgiendo en mis pasos del día a día en mis jornadas de trabajo, me siento protegido por una clara autoridad comunitaria, la de una organización que en su fondo trata de sostener las garantías de todos nosotros en tiempos tan difíciles donde es tan sencillo romper el respeto que ha de existir entre patronal y asalariados. Quien tenga dudas que me acompañe, quien mantenga miedos que los rompa conmigo, quien quiera entender y conocer que se acerque a FECOHT, porque sin duda será un acto responsable, respetuoso con su persona y por encima de todo, un ejercicio de lucha quizás insignificante, pero desde luego, compañera de muchas más insignificancias que al final logran un enorme hormiguero de cabezas altas, de mentones unidos en pos de un trato justo, en pos de una vida ganada con honra y sin ofensas.

J.C.M